Me has llamado, me has dicho que vienes. Y me he ido a la puerta de inmediato a esperarte. Para esperar que abras la puerta. Y cuando has llegado, te he besado la mano, como siempre, y me has dicho que me prepare. Y he ido corriendo al cuarto de los castigos y he cogido la fusta, pero cuando he entrado en tu cuarto y te he visto echada sobre la cama, con los muslos abiertos, me he imaginado que no, que no querías eso.
- Caliéntame, excítame y pnme cachonda con tu lengua de cornudo, que va a venir mi amante.
Y eso he hecho. Te he lamido y lamido, de arriba a abajo y de abajo arriba, paladeando el delicioso sabor de tu coño, de hembra excitada que requiere macho. Un macho de verdad, según me sueles recordar.
- Llámalo para que venga. Y suplícale que venga a follarse a tu mujer y a hacerte cornudo.
Y lo he llamado y le he suplicado. Y cuando ha venido lo he acompañado a nuestra cama de matrimonio donde te lo has follado con frenesí, con pasión, con deseos de macho. Como siempre haces con tus amantes. Los exprimes y les sacas toda su hombría, mientras yo miraba de rodillas desde un lado de la cama.
- Ponte las bragas, cornudo. Y que no se te vuelvan a olvidar.
Y me las he puesto de inmediato y me he arrodillado de nuevo junto a la cama, pero tú te has levantado, has puesto mi pollita junto a su polla y las has comparado mientras te rías.
- No eres cornudo porque tengas la polla pequeña –me has aclarado-. También lo serías con una polla grande. Es cuestión de hormonas, de sentirse macho y tú sólo eres feliz siendo puta sumisa e impotente.
- Te amo –te he dicho, mientras veía como le chupabas la polla.
- Lo sé, cornudo, lo sé. Yo también te amo. Y por eso te hago cornudo y le chupo la polla a mi macho. Ya sabes que a ti jamás te la he chupado y que jamás lo haré. Quiero que veas su cara de placer y ver como goza con mi boca y mi lengua que es algo que tú nunca tendrás. Jamás.
- Lo sé, amor mío. Lo sé.
- Me alegro de que seas consciente de ello, cornudo.
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