Y por eso cuando me ducho con mi macho, te llamo para que me enjabones delante de él, mientras yo le acaricio la polla, pero con la esponja porque no quiero que tus manos profanen el cuerpo que va a ser manoseado y follado por mi hombre, por mi verdadero macho. Tú ya lo sabes. No hace falta que te lo diga.
Tienes experiencia porque siempre haces lo mismo cuando viene mi macho a follar, a follar a su perra, porque aunque sea una señora, tu esposa, tu mujer, la madre de tus hijos, él me convierte en zorra, en puta, en perra. Y me corro de gusto con sólo pensarlo. Y tú también, porque mientras te digo esto sé que tienes tu ridículo pollita algo durita. Te amo, cornudo, porque me das el infinito placer de tener el poder de hacerte cornudo cuando quiera, con quien quiera y donde quiera.
Y mientras follo con él tendrás que hacer la colada, lavar la ropa, tenderla, limpiar la casa y todas las labores domésticas que una puta sumisa como tú sabe que tiene que hacer. Lo sabes. No hace falta que te lo diga, aunque ya sabes que cuando pases por la puerta de la habitación podrás mirar y oír como te hago cornudo otra vez. Un ratito, porque te me distraes y no haces bien tus tareas.
Y tendrás que dejar la casa bien limpia porque luego espero a mi mejor amiga, la que te puso el casco con los cuernos el día de nuestra boda mientras yo me vestía. El día de nuestra boda, cuando te comprometiste a ser cornudo sumiso eterno y a no follar jamás conmigo.
Ella fue testigo de tu aceptación como cornudo y luego mi madrina en la boda. ¿Te acuerdas? Le enseñaré las fotos que me haces cuando follo con otros, los vídeos que grabas y tos correos electrónicos que me envías desde el trabajo en los que me suplicas que te haga más cornudo, porque cuanto más cornudo te hago más me amas. Lo sé, cielo. Y por eso yo también te amo.
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